miércoles, 26 de octubre de 2011

La Clase Obrera como Sujeto de la Revolución


(Colectivo Avanzar)
En el camino de contribuir en lo posible a la recuperación y recreación del pensamiento marxista, es imprescindible recordar que Lenin destacó repetidamente dos aspectos fundamentales de la lucha por una correlación de fuerzas favorable, en el camino hacia el objetivo de transformaciones revolucionarias:
1)    La unidad de la clase obrera, sin lo cual será muy difícil transitar dicho rumbo con posibilidades de éxito. En países como el nuestro, con  importantes índices de desempleo, incluyendo la precarización laboral, debemos plantearnos la unidad de los trabajadores ocupados y desocupados.
2)    Teniendo en cuenta la envergadura del enemigo, la clase obrera por si sola no puede triunfar. Por lo tanto necesita el apoyo de todos los sectores sociales explotados y oprimidos de una sociedad dada, a través de aquellas organizaciones que los representen;  Por ejemplo, hoy día, las organizaciones políticas, sociales, sindicales, estudiantiles, campesinado pobre, de derechos humanos, de pueblos originarios, medioambientales, de género, etc.
Definió así este gran pensador revolucionario, en su momento y con toda claridad, el sujeto de la revolución y la política de alianzas necesaria. Esto último se refiere a la construcción del bloque histórico, del que luego nos hablará Antonio Gramsci, ubicando el problema en la situación de un capitalismo y un Estado mas avanzado, como el de Italia y del resto de Europa y el mundo.
Pero hay también que considerar que la burguesía ha formado su propio bloque histórico, a fin de mantener y consolidar su hegemonía sobre la sociedad. En consecuencia, el proceso de la lucha revolucionaria tiene dos caras: 
a)     Derrotar ideológica y políticamente al bloque de fuerzas de la burguesía, además de las desviaciones socialdemócratas, o llamadas también de “centroizquierda”.
b)    Creación de una nueva confluencias de fuerzas antisistema, haciendo centro en la clase obrera y sus organizaciones.
La hegemonía de la clase obrera es el eslabón central en esta contienda unitaria por una favorable correlación de fuerzas y por el logro del objetivo final del socialismo, y junto con ello, el papel esencial de la organización revolucionaria, como representante de los intereses cardinales de la clase.
Todos estos conceptos, en nuestra opinión, son de una gran ayuda porque nos demarca en la actualidad las tareas fundamentales a emprender en nuestro país, por supuesto creativamente, sin fotocopias, de acuerdo a nuestras particularidades: construir una auténtica y sólida organización revolucionaria, con amplio apoyo de masas, en especial entre los trabajadores, y  la batalla por la unidad prioritaria de la izquierda y los honestos luchadores antiimperialistas y anticapitalistas.
Sintetizando: desarrollo de una organización revolucionaria,  a la vez de un bloque obrero y popular, en el intento de construcción de un nuevo poder (dualidad de poderes), para así destruir y reemplazar al Estado burgués por un nuevo tipo de Estado, la Democracia Proletaria, a imagen de la Comuna de París como solía indicar Lenin.
Esta referencia a la Comuna no era casualidad, sino es considerar que en definitiva la revolución la hacen los pueblos, lo cual requiere garantizar la constante participación y protagonismo de fuertes organizaciones populares de base, cimientos del nuevo poder como los soviets en la URSS, los CDR en Cuba, y actualmente hay que seguir observando la rica experiencia del pueblo venezolano, a través de las llamadas  Comunas Socialistas. Demás está decir que todo este proceso debe ir acompañado por una formidable labor ideológica cultural, porque, como sostenía el Che, el gran motor es la conciencia.
Además, la constitución de este bloque popular permitirá generar hechos de tal dimensión social y política que nos colocaría a la cabeza de la iniciativa histórica y no ir a la cola de los acontecimientos, donde el gobierno de turno nos marca la agenda. Un innegable muestrario fueron las recientes elecciones “primarias”, donde la izquierda nuevamente muy dividida desempeñó un  papel marginal, convirtiéndose sólo en coro de fondo del triunfo de los partidos burgueses y no luchando desde un primer  momento promoviendo una movilización general, lo más amplia posible,  de repudio a la ley  de partidos políticos, proscriptiva y antidemocrática, y no confiando solo en la justicia burguesa. Desde ya que con una mentalidad  cortoplacista, sin perspectiva de futuro, son capaces algunos de ellos de festejar con bombos y platillos el haber superado esta vez el límite exigido del 1,5%, o  llegar a alcanzar en las elecciones  de octubre próximo la gloria de meter algún candidato. Será difícil que reconozcan que estas maravillosas conquistas ya se lograron varias veces en el pasado y por cierto no significaron mucho en el avance hacia el objetivo transformador de fondo, porque no formaron parte de una táctica acumulativa de un proyecto unificador y de construcción de poder. Como siempre, hay que diferenciar a las cúpulas de dichos partidos de sus militantes de base, con los que nos hemos encontrado y nos seguiremos encontrando codo a codo en las luchas de nuestro pueblo.
Por otra parte, hay quienes dicen que todo esto ya no es así, que la visión leninista es cosa del pasado, por cuanto la clase obrera está en vías de desaparición o en extrema reducción, y quienes seguimos sosteniendo lo contrario, aunque pensamos  que hay que ver, como nos enseña el método dialéctico, a la sociedad en permanente movimiento y cambio, no estática e inmutable. Es decir, para no caer en esquemas dogmáticos, analizar cómo se ha modificado la estructura interna de la clase obrera, en especial a tono con la revolución científico-tecnológica producida desde fines de la segunda guerra mundial,  teniendo muy en cuenta el concepto de “obrero total”, genial anticipación de Marx, como todo aquel trabajador que contribuye de alguna manera a la producción y realización de plusvalía.
Todas estas cuestiones son de suma importancia, puesto que Lenin en “Reformismo y Socialdemocracia” vincula directamente la misión histórica de la clase obrera con la hegemonía:
“El proletariado, como la única clase revolucionaria hasta el fin en la sociedad contemporánea, debe ser el dirigente, mantener la hegemonía en la lucha de todo el pueblo por la revolución democrática completa, en la lucha de todos los trabajadores y explotados contra los opresores y explotadores. El proletariado es revolucionario sólo en tanto que tenga conciencia de esta idea de hegemonía y la realice.”
En vísperas de la Revolución de Octubre y en el medio de serias discusiones, examinó aún más a fondo el carácter hegemónico de la clase obrera, considerando que hegemonía y política de alianzas son categorías inseparables, saliendo así al paso a todo obrerismo simplista y a todo sectarismo soberbio y estrecho, pseudo-izquierdista, muy cercano al anarquismo. Como ya lo hemos planteado en trabajos anteriores, entendemos que en la época actual ser auténticamente clasista es ser unitario. Esta es, entre otras, la invalorable enseñanza que nos dejó la Revolución Cubana.
Asimismo, en el artículo “Balance de la discusión sobre la autodeterminación”, refiriéndose a otras realidades, expresa: “La revolución socialista en Europa no puede ser otra cosa que la explosión de una lucha de masas de todos y cada uno de los oprimidos y descontentos. En ella participarán inevitablemente parte de la pequeña burguesía y de los obreros más atrasados – sin esta participación no es posible una lucha de masas, no es posible ninguna revolución – que aportaran al movimiento, también de modo inevitable, sus prejuicios, sus fantasías reaccionarias, sus debilidades y errores.”
Se deduce así que por supuesto, la hegemonía no se adjudica por decreto. Se gana en la lucha, con coherencia ideológica, política y práctica. En sus “Tesis sobre las tareas fundamentales del II Congreso de la InternacionalComunista”, Lenin señaló las tareas principales a realizar:
“… Atraer y llevar tras la vanguardia revolucionaria del proletariado, no solo a todo el proletariado o a la inmensa y aplastante mayoría del mismo, sino a todas las masas de trabajadores y explotados por el Capital. Todos los partidos adheridos a la III Internacional deben poner en práctica, cueste lo que cueste, las siguientes consignas: ¡Calar más hondo entre las masas! ¡Establecer lazos más estrechos con las masas!”
Por tal razón, en una interrelación constante entre la teoría y la práctica, las organizaciones y los militantes de un partido que se considere revolucionario, deben estar vinculados permanentemente a las luchas de su pueblo, entendiendo que estudiamos, que nos capacitamos políticamente para pelear mejor y no como divertimiento pseudo-intelectual.
A esta altura es ineludible volver a Gramsci, que también le dio un lugar central al problema de la hegemonía, siempre en correlación con Lenin, a quien admiraba, y apuntando a un mayor desarrollo de este concepto, bebiendo  de la rica experiencia de las luchas de su pueblo.
Según este pensador, el proletariado puede devenir en clase dirigente y dominante, en la medida que logre crear un sistema de alianzas de clase que le permita movilizar a la mayoría de la población contra el Capital y el Estado burgués.
Complementando a los clásicos, para Gramsci la hegemonía consta entonces de dos elementos: el de dominio y el de dirección. La hegemonía, en el sentido de la dirección de las fuerzas aliadas del proletariado, no se apoya en el dominio, sino que exige coincidencia de intereses y objetivos.
En su constante rechazo a la idea oportunista, reformista, de la conciliación de clases, explica en forma muy precisa  los mencionados  conceptos, en sus conocidos “Cuadernos de la cárcel”: “Un grupo social es dominante sobre grupos enemigos, los que él mismo intenta “liquidar” (como clase), o someter por la fuerza armada, y es dirigente respecto a grupos afines o aliados”.
Insiste siempre que la clase obrera debe apuntar a ser dirigente antes de conquistar el poder (incluso es una de las condiciones fundamentales para tomar el poder), pero también debe serlo luego de asumir el mismo. Recomienda una y otra vez no olvidar ni por un instante que la dictadura se ejerce contra las clases enemigas, contra los explotadores, y la hegemonía (el consenso, el convencimiento), hacia los aliados. Por lo tanto, la dirección se basa en la labor ideológica, política y moral, o ética como diría el Che. 
En definitiva, se trata de elaborar una nueva cultura de liberación y plena realización humana, un nuevo humanismo, por cierto, con mucho respeto por la pluralidad cultural.
Por último, es muy necesario reafirmar, ante tanta confusión o actitudes “non santas”, que la organización político, revolucionaria,  se desarrolle como se desarrolle de acuerdo a las especificidades de cada país, es la forma suprema y mas importante de la organización  de la clase obrera. Es aquella parte de la clase que contribuye decididamente a liberar al conjunto de la misma, batallando  por su plena participación, de las ataduras político-ideológicas del sistema burgués, para lograr así su histórico papel clasista independiente a los efectos de transformar de raíz la sociedad, a través del salto cualitativo de clase en sí en clase para sí. De esta manera, se va abriendo el paso de la lucha económica, espontánea, defensiva, a la lucha de ofensiva, político revolucionaria.
En resumen, es la organización política del Trabajo, para luchar contra la organización política del Capital, a nivel nacional e internacional (Internacionalismo proletario).  Promover a la clase obrera hacia esta lucha contra el sistema, sin ideología y sin organización propia, capaz de batallar en todo terreno, es llevarla al fracaso y a un suicidio político. Tener siempre en mente que no hay revolución sin revolucionarios, y no hay revolucionarios sin ideas revolucionarias.
Es conveniente destacar también que ninguna clase pudo y puede realizar cambios radicales en un país, sino asume en sus manos las palancas fundamentales del mismo, económicas, políticas, militares y culturales, para lo cual es imprescindible tener el poder, ya que es imposible efectivizar semejantes transformaciones desde el llano. Por eso, las usinas ideológicas del sistema, incluso algunos intelectuales muy bien rentados,  ponen el acento en negar dicha necesidad o en diluir el objetivo, con el argumento que el poder está en todos lados, dejando hábilmente a entender que no está en ningún lado, ocultando así el carácter de clase del Estado.
De todo ello deviene que una de las principales formas de medir la eficacia y correcta orientación política de una organización que pretende ser revolucionaria, es cómo trabaja concreta y constantemente, bajo las circunstancias más difíciles y complicadas, incluido un proceso electoral, por la unidad de la izquierda y todas las organizaciones sociales en lucha que apunten de una u otra manera sus cañones contra el régimen y la dominación imperialista.
Corresponde también tener muy presente que tampoco se puede caer en esquemas cerrados, partiendo de que si  ya desde un comienzo no se da la hegemonía de la clase obrera, no se puede dar ningún tipo de alianzas, ningún movimiento unitario. La lucha por la hegemonía proletaria es todo un sinuoso camino a recorrer, con marchas y contramarchas, jalonado por acciones unitarias temporales o coyunturales por objetivos inmediatos, que van educando a los pueblos para el paso de la unidad en la acción a la unidad programática por objetivos superiores que hacen a la liberación nacional y social de nuestro país, en un proceso ininterrumpido, permanente, donde toda  revolución que se queda a mitad de camino termina por ser derrotada.
Sólo así, con una firme organización revolucionaria, en estrecho vínculo con las masas, con una intensa e inclaudicable “batalla de ideas”,  y la construcción de un fuerte poder  de los trabajadores y demás sectores populares, puede convertirse la clase obrera  en el sujeto político de la revolución y de la edificación del socialismo.

Un Partido para Avanzar: Con Ideología y Organización


(Colectivo Avanzar)
El Colectivo Avanzar busca conocer mejor, a través de un esfuerzo apasionado, los grandes cambios que se han producido en la sociedad actual, y de esa manera, estar preparados para luchar mejor.
A través de la comprensión de dichos cambios, buscamos descubrir y construir los caminos para transformar la sociedad y llevar los conocimientos y el convencimiento al pueblo; a la inmensa mayoría que anhela una vida distinta, mejor y más digna.
Ese es el sentido profundo que tiene nuestra organización, la inspiración en nuestros debates, en sus coincidencias o en sus diferencias. Esta es la responsabilidad histórica y directa que debemos asumir todos los comunistas.
En la actualidad nos preguntamos, en medio de una complicada situación del país, si tenemos una organización acorde a las condiciones y situaciones del país. La realidad nos dice que por el momento no contamos una organización acorde con las luchas y de donde podamos salir mejor armados ideológicamente para enfrentar los desafíos que tenemos por delante, para poder llevarlos a la práctica social y política. Es por eso que desde el Colectivo trabajamos para conocer, en toda su dimensión, las necesidades políticas, sociales y culturales del país.
Han pasado muchos años desde que el capitalismo proclamara el fin del la historia e iniciara la gran embestida por someter a las sociedades y los pueblos al nuevo orden global, bajo la pretensión de imponerlo como único modo de vida posible.
Desde hace un tiempo, este cuadro ha empezado a cambiar. La formación de un nuevo sujeto histórico que impulsa los cambios revolucionarios en algunos países de América Latina, con sus propias características de aciertos y errores, en el que los trabajadores, los estudiantes y los aborígenes juegan un papel determinante que comienza a brotar en América latina.
Un sostenido y cada vez más amplio proceso de movilizaciones de masas surge en los distintos rincones del mundo para protestar y luchar contra la globalización capitalista y el neoliberalismo.
Este movimiento diverso y plural, tan vasto como la amplitud y crueldad de las contradicciones provocadas por el capitalismo salvaje, expresa de distintas formas el nuevo sujeto político social de masas que se confronta con el sistema.
Organizaciones sindicales, de cesantes, estudiantes, del mundo juvenil, de mujeres, de los pueblos originarios, organizaciones ecologistas, de derechos humanos, de la diversidad sexual, del arte y la cultura, etc.
La globalización capitalista va creando entonces, las condiciones para una potencial nueva oleada revolucionaria, impulsada por este movimiento que coloca en el centro, el cuestionamiento político e ideológico del modelo y del sistema, y comienza a articular una nueva correlación de fuerzas políticas y sociales, tanto en el interior de cada país, como en el mundo en general.
Son hechos planteados por la realidad, lo que no significa que la lucha por las transformaciones,
se vaya a desarrollar en forma espontánea, por su propio peso. Para que esto ocurra se requiere del factor subjetivo en toda su dimensión, vale decir, de la conciencia, la politización, la organización de los partidos revolucionarios y del pueblo, para combates más amplios y decididos.
Esto exige de los revolucionarios la capacidad y la audacia para saber captar los nuevos fenómenos, y hacerse parte de ellos sin condicionamientos previos y adecuar sus organizaciones política y orgánicamente, para poder integrarse plena y totalmente a las luchas populares, contribuyendo para brindarles un envión y hacerlas avanzar.
Se requiere hacer una política resuelta, superando los posibilismos, los conformismos, para no repetir los errores cometidos en tiempos pasados, buscando actuar con gran sentido autocrítico, para sentirnos capaces de enfrentar todos nuestros defectos y errores con un estado de ánimo abierto y positivo y para no caer en el hegemonismo y el sectarismo.
El desafío como Marxistas es captar dialécticamente el tiempo en que vivimos, con la convicción de que nada es inmutable, de que los cambios históricos son inevitables, y que somos revolucionarios tanto en tiempos de avance y como de retroceso, sin perder jamás nuestros ideales y objetivos estratégicos. Estos no se olvidan ni se transan.
Nuestra política de alianzas debe tener como eje esencial, el fortalecimiento de la lucha de masas y el entendimiento desde las bases con la izquierda y los sectores democráticos consecuentes.
Una política de alianzas que no considera el desarrollo independiente de la fuerza del pueblo como factor principal, está condenada a ir a la zaga de los partidos del sistema.
El acento debemos colocarlo en la construcción de una verdadera alternativa de izquierda, con todos los partidos, movimientos y los miles de independientes que no participan en política, para un referente político y social nuevo.
El neoliberalismo se funda en un modelo del sujeto individual y no social. Aislado, vulnerable y manipulable por medio de la coerción y la “inyección de basura” difundida a través de los medios de comunicación masiva. Se pretendió instalar una nueva era caracterizada por la extinción de los grandes movimientos sociales y la lucha de clases. Con este fin se fue desarrollando la más intensa arremetida para acabar con la conciencia y la utopía de los pueblos, sin embargo, en medio de miles de dificultades, fue creciendo una fuerte resistencia y una contra-respuesta a este totalitarismo neoliberal. Los componentes de esta respuesta ideológica son las capacidades críticas, y la respuesta más radical, la formación del nuevo sujeto revolucionario.

Las disputa de las conciencias y el partido que necesitamos
La labor es inmensa: Se trata de reinstalar en la sociedad los ideales humanistas, y para eso, necesitamos estar con la gente, ser parte de su vida cotidiana, actuar para organizar, debatir, dialogar y/o polemizar. Partiendo de la realidad existente, no basta tener una política justa. La historia nos dice que los revolucionarios, para vencer, tenemos que ser capaces de convencer, y para convencer tenemos que luchar en todos los planos de la sociedad, salir ofensiva y orgullosamente a la confrontación de ideas. Explicar el porqué somos comunistas y revolucionarios. Eso es parte de la lucha ideológica, lucha que comienza por nosotros mismos. La conciencia de clase no se genera como fenómeno espontáneo, sino como resultado de la confrontación abierta de ideas, proyectos y concepciones. Lo concreto es que necesitamos un partido grande y sólido en sus concepciones políticas, que realice su aprendizaje y conduzca desde las masas. Eso es lo que nos da las medidas de nuestras necesidades de crecimiento, que son cantidad y calidad.
El crecimiento del partido no debe medirse sólo por el factor numérico y en la cantidad de votos, también debe medirse en su capacidad para desarrollar nuestra política en el movimiento popular, y tenemos la obligación y la necesidad de superar una suerte de cultura defensiva y de sobrevivencia, buscando dejar de lado el estar acostumbrados a conformarnos con la rutina de un partido que se reúne regularmente, sin tener suficiente vinculación, ni influencia en la vida, el pensamiento y la lucha cotidiana del pueblo (como fue pasando con el viejo partido comunista de Argentina).
Esa es debe ser la cuestión central en la discusión acerca del partido que necesitamos, lo que le otorga sentido a la organización, que no sea un calco ni una copia, sino una creación heroica de los pueblos, dejando de lado la tercera vía, la armonía de clases y sus variantes latinoamericanas, que pueden frustrar la lucha popular para salir del neoliberalismo. Una prueba del dominio cultural capitalista la podemos apreciar en  las usinas ideológicas del imperialismo, las cuales pretenden imponernos hasta el modo de luchar contra ellos, y de alguna forma lo han logrado.
El partido, y principalmente la célula, deben ser la mejor escuela permanente para la formación de cuadros luchadores. La formación de los revolucionarios es un proceso integral del aprendizaje recíproco. Nada más ajeno a nuestra concepción que el deformado “manualismo o enciclopedismo” anidado por concepciones ajenas al marxismo, que reducen el aprendizaje de nuestra teoría sólo a la aplicación mecánica de la bibliografía ya escrita, sin comprender que ella, sólo nos entrega las bases generales para la elaboración y aplicación permanente de nuestra política. Debemos luchar contra esa deformación del militante “por cuenta propia”, “desregulado” o “independiente” que comparte o dice compartir la línea política, pero no hacen de la militancia celular un acto de disciplina consciente,
de superación del personalismo y respeto al conjunto del colectivo, es decir se debe conjugar 2 elementos muy necesarios: la teoría y la práctica.
La línea política la construye el conjunto del partido y la aplica el conjunto del partido.
Los comunistas tenemos plena libertad de opinión, pero con disciplina y plena unidad de acción, y con mucha discusión hacia el interior del partido, con responsabilidad y consecuencia. Es cuestión de derechos y deberes, es decir, debemos dar una fuerte lucha por la superación de toda sentencia al burocratismo, la rutina y la aplicación, meramente formal, de toda resolución. Se debe asegurar a todo militante el debate al interior de la Célula y en la firme disciplina en la aplicación individual y colectiva de toda resolución. Debe haber un mayor conocimiento y control de la vida celular de todos los militantes a todo nivel, ya que las situaciones diarias nos exigen dar un salto sustantivo en la calidad de la relación en todos los niveles y en la militancia, Lenin decía:”No hay práctica revolucionaria, sin teoría revolucionaria y viceversa.
Debemos contar con la preparación de muchos cuadros más preparados y dispuestos a ponerse al frente de las tareas. Hoy nuestra organización es muy pequeña, nuestra realidad es muy dura, pero necesitamos partir de una realidad para modificarla. Es imperiosamente necesario crecer en cantidad y calidad, y para ello se debe hacer un trabajo muy especial junto con los jóvenes, y para eso, la cultura puede jugar un papel muy aglutinador.
Pero para dar estos pasos debemos retomar con lo que tenemos, que es la forma marxista, leninista de organización. La fuerza del marxismo reside en la unidad de la teoría científica y la lucha revolucionaria, estudiar el marxismo sin participar en las luchas por la revolución, puede convertirnos en seres incapaces de dilucidar.
Es un compromiso que, como revolucionarios, debemos tomar para transformar la dura realidad que nuestros pueblos deben atravesar mientras en nuestro planeta haya un hombre explotando a otro hombre.
Por eso te invitamos a que te unas y participes activamente junto a nosotros.
                                                                
Colectivo Avanzar por la Unidad de lo Pueblo

Medios alternativos: Comunicación alternativa, en momentos en los que la comunicación no tiene alternativas

(Colectivo Avanzar)
La comunicación, como hoy la concebimos, es un producto/servicio de suma importancia para el  sistema y las estructuras de poder.
No sólo se ha transformado en un eje fundamental de recaudación de miles de millones al año, sino que se ha diseñado con el fin de conocer de manera rápida y concisa cuáles son nuestras necesidades, inquietudes y gustos, para de esa manera, allanarle más fácilmente el camino hacia la dominación de nuestros pueblos, por medio de la construcción de escenarios ficticios y/o verosímiles para condicionar nuestra opinión, nuestros gustos  y nuestra manera de pensar.
La tecnología se ha instalado de manera irrefutable en nuestras vidas, al punto que ha llegado a condicionar nuestro futuro si algún día hubiera algún inconveniente serio que dañara toda la matriz informático-tecnológica de nuestro planeta.
Nos vemos literalmente invadidos por la publicidad, la propaganda gubernamental, los satélites, las redes informáticas (mal llamadas redes sociales), los noticieros, la programación y los mercaderes de la opinión y la imagen, que nos muestran una realidad que difiere tangencialmente de nuestra vida cotidiana.  Esta estructura de poder busca generar, por medio de la creación de “nuevas necesidades insatisfechas”, angustias y deseos en nuestras vidas  para que dediquemos y derrochemos nuestras energías en perseguir esos nuevos objetivos y desviarnos, muy astutamente, de nuestros verdaderos objetivos de clase: la unidad y la organización en la lucha de clases.
En décadas pasadas hemos visto como el sistema  se apropió de estructuras y espacios culturales creados por nuestros pueblos y que jugaban un papel central en la opinión y el pensamiento de nuestra clase: centros culturales, plazas, esquinas y hasta los potreros, donde podíamos jugar al fútbol, representaban un espacio en donde podíamos expresarnos libremente y sin condicionamientos del poder. La instalación de estas mega-estructuras tecnológicas tuvo mucho que ver en la desaparición de estos espacios, y nos alejó cada vez más de nuestros vínculos personales para imponernos una cultura globalizada que representara los intereses del consumo y el poder.
Hoy, ante este escenario impuesto por el sistema, nos vemos en el desafío de tomar toda esa tecnología para transformarla en una herramienta útil para nuestra clase. Debemos ser capaces de generar nuevos soportes o transformar los existentes para convertirlos en canales de comunicación para generar unidad y organización en nuestros pueblos: canales televisión, radios, videos, fotografías, blogs, redes informáticas, etc.
El objetivo es construir espacios de comunicación con estas herramientas y medios para brindar a nuestros pueblos la posibilidad de expresarse y dar a conocer sus problemáticas. Construir medios alternativos producidos por nuestra clase y que representen la voz de los que luchan, sin las imposiciones que el aparato multimedial burgués nos impone para tapar nuestra realidad, la realidad del pueblo.
Es un paso adelante a la hora de establecer vínculos a largas distancias, ya que nos permite conectarnos con las problemáticas de los pueblos en distintas partes del mundo y acompañar las luchas populares de nuestros compañeros de clase, generando de esa manera, lazos solidarios de lucha en muchas partes a la vez.
La creación de medios alternativos nos permite conocer la realidad por la que los pueblos están atravesando, sin las censuras y omisiones que los grandes medios hacen cuando se ven afectados  sus intereses de poder.
Es importante entender que el objetivo de los medios alternativos no es la masificación de la opinión ni tampoco concentrar la información en inmensas estructuras, el objetivo es la comunicación de la clase. Es necesario comprender la importancia que tienen estas herramientas a la hora de la construcción, la solidaridad, la unidad y la organización de nuestra clase para enfrentar el aparato comunicacional burgués y la barbarie imperialista.
Como clase debemos mantenernos alertas por medio del estudio y atendiendo a los cambios y barreras que interponga  el sistema a nuestro objetivo de comunicar, utilizando todo nuestro conocimiento y habilidades para vulnerar las imposiciones y bloqueos propuestos con las trampas que nos presentan.
Es nuestro compromiso construir, generar o rediseñar estos espacios de organización para que podamos brindar, una alternativa para la comunicación que nuestros pueblos merecen.


sábado, 8 de octubre de 2011

Homenaje al Che


Sábado 8 y Domingo 9 de Octubre en Radio Rockultural 
a las 9 Hs y las 21 Hs (-3 GMT Buenos Aires)


Programación especial para homenajear al gran guerrillero heroico que dio su vida por la liberación de los pueblos oprimidos.
Mantengamos viva la llama de su memoria en nuestras luchas contra el imperialismo.
Seamos capaces de unirnos y organizarnos para poder acercarnos cada vez mas al futuro que el Che quería para todos nosotros.
Sigamos adelante en este largo camino, procurando avanzar de manera consciente hacia la liberación de los pueblos, y a cada paso que demos, formemos al hombre nuevo que revolucionará la humanidad y luchará contra tanta injusticia y tanta crueldad que el imperialismo nos impone.
Comandante Che Guevara, estarás Presente en cada una de las Luchas que libremos contra el imperio!

Prensa Avanzar Nº13